Cuando me preguntan por qué elegí estudiar contabilidad, la respuesta no se reduce a un solo motivo. Siempre me ha gustado el orden, entender cómo se mueve el dinero y buscarle sentido a los números. Pero más allá de eso, descubrí que la contabilidad no solo trata de cuentas y balances; es una herramienta que ayuda a las empresas, grandes o pequeñas, a tomar decisiones importantes. Sentí que al estudiar esta carrera podía combinar mi interés por los números con algo que tiene un impacto real en la vida de las personas y en la economía de mi país.
Durante mis estudios he aprendido que ser contador es mucho más que llevar registros. Es analizar, prever y ofrecer soluciones.
Cuando me gradúe, mi idea es comenzar ganando experiencia En un departamento financiero de una empresa. Quiero vivir de cerca cómo se toman las decisiones y entender los retos diarios que no se aprenden en los libros. A largo plazo me gustaría especializarme, en soñar con abrir mi propio despacho. Me imagino asesorando a diferentes clientes, ayudándolos a mejorar sus procesos y a mantener sus cuentas claras.
Sé que el camino no siempre será sencillo. La contabilidad exige actualización constante, responsabilidad y ética. Pero precisamente eso me motiva: es una carrera que nunca se queda quieta, siempre hay algo nuevo que aprender y en la que la confianza y la honestidad son tan importantes como los conocimientos técnicos.
Elegí la contabilidad porque veo en ella un futuro estable y lleno de oportunidades. Me permite crecer como profesional y, al mismo tiempo, aportar a la sociedad. Esa mezcla de reto y propósito es lo que me mantiene firme en mi decisión y me da ilusión por lo que viene después del título.
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